16 de julio de 2008

Mi abuelita Elo.

Una vez un amigo mío me dijo que las personas mayores son una ventana al pasado (por cierto, a veces una ventana muy poco valorada). A lo largo de tantas conversaciones con mi abuelita, he tenido la posibilidad de asomarme a esa ventana, a su ventana. Como mi abuelita tiene mucha memoria, es una ventana grande, con muchos recuerdos, olores y sabores de otros tiempos, muchos momentos y anécdotas, infinidad de detalles, de personas y familiares que, aunque ya no están, siguen unidos de alguna manera a nosotros a través de esa ventana…Es muy especial, porque a través de mi abuelita puedo retroceder en el pasado hasta límites que no podía ni imaginar. De esta forma, mi abuelita me ha hablado en más de una ocasión sobre su abuelo Agustín. Mi tatarabuelo Agustín decía que le gustaría vivir para ver hasta dónde era capaz de llegar el hombre…Sus nietos y amigos se arremolinaban en torno a él para que les contara cuentos, pero de forma oral, pues él era ciego, aunque eso no le impedía ver las cosas importantes de la vida…espero que este momento tampoco. Mi abuelita y su abuelo compartieron muchos días haciendo cuentas: ella en papel, él en su mente, cuidando de que ella no se equivocara. Fue tiempo también para la lectura: “Veinte años después” de Alejandro Dumas o “Corazón” de Edmundo de Amicis eran algunos de los libros que mi abuelita solía leerle cada día… Si tuviera que asociar a mi abuelita con un objeto…sin duda alguna lo haría con un libro. Probablemente su abuelo Agustín tuvo mucho que ver en esto…





A él no llegué a conocerlo, pero sí que llegué a conocer a Juan y a Villa, los padres de mi abuelita Elo. Mi abuelita me ha contado muchas veces y con mucho cariño cómo su padre después de un largo y duro día de trabajo les dedicaba un rato a sus hermanas Matilde y Custodia y a ella (aunque también tienen un hermano pequeño llamado Antonio) para enseñarles a leer, a nombrar los meses del año, los días de la semana…así fue naciendo en mi abuelita esa constante inquietud por aprender cosas nuevas.



Ahora los tiempos son distintos…la inmensa mayoría de los niños empieza el colegio con 3 años… y no se sabe con exactitud con qué edad terminarán de estudiar. Muchos niños de ahora se quejan del colegio, de madrugar, de los profes, de los deberes…Para mi abuelita Elo, el colegio era un regalo, un regalo al que tuvo que decir no cuando llegó el tiempo de la recolección de la aceituna, una razón más que poderosa para que ella tuviera que dejar ese tren marchar.



Ya nunca más volvió, y como ella me ha contado en alguna ocasión, tampoco se consideraba muy necesario volver a la escuela en aquellos tiempos, pues ella “ya sabía para su apaño”, es decir, ya sabía todo lo que tenía que saber con respecto a la escuela, y ahora tocaba aprender a lavar, coser, cocinar, planchar…para ser una buena ama de casa, el objetivo final de cualquier mujer de su tiempo.



Cuando tenía 16 años conoció a mi abuelito Paco. Tras unos años de noviazgo, se casaron y más tarde tuvieron tres hijos: primero llegó Paco, luego Pepe y por último Pili. La infancia y juventud de mis tatos y mi padre transcurrieron por las calles de Martos, yendo a jugar al chorro, corriendo descalzos por el suelo (algún que otro zapato perdieron con tanto juego), pintando a un cabritillo con pintura blanca…y otras lindezas…



Ahora resulta muy difícil verlo, pero en aquellos años, en verano, la gente se salía con las sillas de mimbre a las puertas de las casas, a respirar y sentir aire fresco, a conversar, a compartir…Los inviernos eran un poco más crudos…con días fríos y madrugadores de aceituna y días de matanza en los que la familia se juntaba para aquella ocasión especial. Aquellos años transcurrieron con esfuerzo y sacrificio por parte de mis abuelos para que no les faltara de nada a sus hijos, y mucho menos una escuela. En casa de mi abuelos siempre hubo momento para aprender e ir al colegio y no existió ningún motivo por el que dejaran de asistir a clase.


Por lo que me cuentan mis tatos y mi padre, mi abuelita siempre les inculcó su amor por la lectura y por los estudios…aunque a veces no salía del todo bien, y llegaba algún que otro suspenso a la casa. Entonces, en vez de castigar o reprochar, mi abuelita seguía alentando y animando a sus hijos para que siguieran formándose para el día de mañana…y parece que aquello dio frutos, porque hoy en día los tres se dedican a la educación.


Esa semilla por aprender que nació con su abuelo Agustín seguía queriendo crecer dentro de mi abuelita Elo. Pero parecía un sueño que no saldría a la luz…los quehaceres diarios de una casa, el cuidado de sus hijos, el posterior cuidado de sus padres Juan y Villa hacía de ir al colegio una misión imposible. Lo más probable es que mi abuelita se tuviera que contentar con ver a sus hijos y nietos estudiar…y ella seguir con su hobby favorito: la lectura.



Hasta aquí todo normal ¿no? Bien, pues ahora que ella no nos escucha, os quiero contar un secreto… ¡Mi abuelita Elo hizo magia! Como lo oyen, yo toda mi vida leyendo comics de Superman, Batman, Spiderman y de todo lo que acabe en “man”…y ¡resulta que tenía a la heroína en la familia!

Por supuesto, si le preguntáis sobre este tema, ella siempre negará todo, dice que ella no hace nada extraordinario…pero a mí no me engaña... ¡es una superhéroe! ¿Y por qué lo sé? Pues porque cuando todo el mundo se jubila, a una edad que ya muchos no valoran y en la que piensan que ya se ha aprendido todo, mi abuelita Elo, después de tantísimos años, ¡por fin pudo ir al colegio! A los delantales, a la plancha y la sartén se le unieron los cuadernos con su caligrafía mimada, sus apuntes limpios y bien cuidados…Ahora, Cuando vamos a ver a mis abuelitos a su casa ahora es normal ver al lado de la aguja de punto un sacapuntas, y al lado del dedal un lápiz y una goma…



Como ella bien dice en su redacción de final de curso, la escuela de adultos ha sido un gran regalo para ella. “Un buen día para mí, me inscribí en la Escuela de Adultos y estoy felicísima de haberlo hecho. La escuela me da saber, satisfacciones, amistades, alegría, vida. Me gustaría decirles a las personas que como yo, tuvieron que dejar la escuela para dedicarse a otros menesteres, que ahora tienen la oportunidad de continuar con esta maravilla que es la enseñanza y el aprendizaje. Tenemos unas profesoras maravillosas, en las que encontramos enseñanza, ayuda y muchas cosas más y todas buenas. Así que hay que animarse, que nunca es tarde para aprender por muy mayor que se sea”



Éstas son las palabras de cariño y agradecimiento hacia lo que para ella ha sido un sueño cumplido. Con la Asociación Mencía de Haro, ha tenido la oportunidad de asistir a cursos, charlas, meriendas, teatros, viajes, y en definitiva, a hacer de la cultura marteña, un lugar de encuentro para todos.


Gracias a vuestra asociación habéis hecho de mi abuelita una persona más feliz, más útil y más realizada y gracias también a vosotras, hemos podido disfrutar de ella haciendo teatro…algo que llena de orgullo a la familia… ¡porque no todos los días una abuelita se convierte en actriz!

Por desgracia, en todavía demasiadas familias, no se deja que la mujer tenga un hueco y espacio propio en el que pueda proyectarse en cualquier faceta de la vida. Que este no haya sido el caso es también culpa de mi abuelito Paco, y creo que no me equivoco si digo que jamás en la vida ha puesto un “pero” a la labor que mi abuelita ha ido ejerciendo durante estos años de colegio. Eso le honra y todos nos sentimos orgullosísimos de él.



Como habréis comprobado ya, mi abuelita por supuesto que aprendió a coser, nada se le resiste: vestidos, toallas, patucos para hijos, nietos…y hasta bisnietos, bufandas, bajos de pantalones…raro es el día en que no esté atareada cosiendo para alguno de nosotros. También aprendió a cocinar... ¡y de qué manera! Algún que otro kilo se lo debo yo a sus patatas fritas con ajo y sus natillas de chocolate…Si señor, mi abuelita es un ama de casa en toda regla: con ella puedo hablar de recetas, de productos de supermercado, de lo cara que está la vida, de lo que va a poner mañana para comer, de que tiene que ir al dentista porque le molesta un muela, de que hoy ha estado en la peluquería y de que tiene que comprar un kilo de lentejas para el lunes que viene…


Pero también, y aquí viene la magia, puedo hablar con ella de libros, de autores, de poesía, de matemáticas, de gramática, de cine, de canciones…compartir distintas impresiones sobre las noticias…Puedo ver con ella “Cifras y Letras” o “Saber y Ganar”…Puedo enseñarle mis apuntes y ella a mí los suyos, puedo ayudarle de vez en cuando con sus deberes y ella me cuenta sus excursiones con el colegio…En definitiva, su forma de ser ha hecho que no existan barreras generacionales y gracias a su enriquecimiento, todos podemos compartir mucho más con ella.

Mi abuelita Elo me ha enseñado que la cultura y la educación no te la da el estar en grandes colegios o en hacer 3 carreras, sino el amor por aprender, por cultivarse y por formarse aún cuando las condiciones no son las más fáciles y propicias. Me ha enseñado que no hay edad para aprender y que en el momento en el que dejas de hacerlo, comienzas a envejecer… ¡por eso tengo yo una abuelita tan joven! También he aprendido con ella que se puede ser maestra sin haber estudiado la carrera de magisterio y a la misma vez ser la mejor de las alumnas.

Y sobre todo he aprendido que no importa la meta: aprender a leer, crear la vacuna para el paludismo, aprender a dividir por dos cifras, llegar escribir un buen libro, aprender ortografía, salir bien airosos de una dificultad en la vida… da igual si es grande o pequeño, cuando una persona es capaz de seguir su sueño más allá de las circunstancias que se presenten en la vida, esa persona se convierte en un héroe. En una superhéroe como mi abuelita Elo.


Felicidades abuelita, Te quiero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

NEGRAAAAAAAA QUE BONITOOOO TU ABUELA SE HINXARIA DE LLORAR NO??? QLINDA ERES JOIA.MUXOS BESOTES.Y PA LA SUPERHEROE TB!!
ACC

Rafael Pavón Reina dijo...

Has dado en la clave, muchos de nuestros abuelos son superhéroes, y no de los terminados en "man", si no del estilo de Superlópez. ¡Ole los abuelos! Me encantó tu enlace al fragmento de la película "El tigre y la nieve", ¡magnífico! Un saludo cotidiano.